lunes, 4 de abril de 2011

Malas hierbas mentales


Cuando se es niño la observación de la naturaleza ocupa un lugar importante entre las actividades cotidianas.

Una de las cosas que llamaba mi atención era ver en los lugares húmedos y en las piedras que formaban parte de una iglesia o que estaban en el centro histórico de Quito las ramas y los musgos que brotaban por aquí o por allá y que aunque se las cortará, emergían insistentemente a la luz, como deseando beberse el sol hasta la última gota. La única posibilidad de erradicarlas era cortar las ramas esporádicamente o hacer un mantenimiento constante.

Y lo pienso con seriedad y desde un lado psicológico sucede lo mismo: tenemos ramas mentales, ataduras que todavía nos acordonan (recuerdos negativos, viejos odios, esperanzas frustradas) y que solo pueden erradicarse con la consciente paciencia de sacarlos uno a uno cada vez que se asoman para tomar la luz de nuestra fuerza individual.

No es fácil, se necesita persistencia. Los pensamientos son energía y necesitan ser canalizados. Todos sabemos cuan difícil resulta quitarse de la mente alguna mala pasada del destino; todos hemos saboreado el desagradable gusto que deja en el alma un rencor, una palabra dicha sin cautela o una acción que nos lastimó y nos queda ese amargo sabor de haber pensado de forma inadecuada.

Y hay soluciones. Conocer las leyes que rigen nuestra mente es un paso y otro básico es aprender a relajar el cuerpo.

El mantenimiento es el secreto. Nuestra mente necesita supervisión y una vez que se ha encontrado esas ramas mentales es trabajo personal hacer una higiene, sacar los pensamiento improductivos como la mala hierba e introducir nueva información. Las lecturas, las imágenes y los contextos en que la mente se encuentra plácida y conmovida esas son las actividades que uno debe frecuentar.

Como siempre, vamos a obtener resultados con la práctica. Ya los monjes ZEN decían que LA PRÁCTICA HACE AL MAESTRO. Por lo tanto practicar hasta ser dueños de nuestros propios actos mentales.