domingo, 20 de noviembre de 2011

Méritos y virtudes


Cuando estamos caminando, viviendo en general, estamos acercándonos a algo: la eternidad, y mientras estamos aquí en la tierra debemos llenarnos de méritos y virtudes, de esa manera podemos evolucionar y hacer de nuestra vida una virtud privada y pública.

Las coordenadas temporales en la cultura occidental son lineales. Creemos que hay un pasado inalienable, un presente en movimiento y un futuro en construcción y los tres tiempos están regulados por el topos, el lugar geográfico donde se suceden las cosas.

Estas coordenadas de tiempo y espacio nos generan causas y efectos en el cuerpo material en el que vivimos, un cuerpo, por cierto, lleno de fallas e imperfección. Todos los días soportamos su envejecimiento y las pastillas en la mesa de noche nos dicen que estamos deteriorándonos.

Sin embargo, a medida que envejecemos también podemos madurar emocionalmente. La forma de medir la madurez es la evolución, ese desarrollo gradual o avance de los organismos que los lleva a ser mejores cada vez.

¿Cuál es el topos, el lugar, donde se cosecha nuestra evolución? El futuro

¿Cuál es el tesoro que debemos cultivar en la tierra? Los buenos pensamientos, sentimientos y acciones. Así, con buenos pensamientos, buenos sentimientos y buenas acciones hacemos este presente que será el semillero del futuro.

Recuerdo una frase que he creado yo mismo en mis exploraciones por los confines de la desesperación y dice "PARA VENCER A LOS DEMONIOS SE DEBEN HACER MÉRITOS" y esos demonios están en nuestro propio interior, en esa parte demasiado humana llamada conciencia, en esa capacidad del propio ser humano para saber acerca de si mismo, de su existencia y de su interacción con el mundo. Allí en medio de la conciencia está el cerebro reptiliano que precipita a los seres humanos a ser simples entes seguidores de sus instintos, atados al miedo, la ira o el amor.

Afortunadamente los miles de años de evolución neurológica y adaptativa nos han llevado a ser concientes también de ese otro lado, el de el deber, esa emoción neocorteciana, esa obligación ética o legal que nos ha hecho llegar a la civilización y que ahora nos permite hablar de justicia, equidad, respeto y democracia.

Para evolucionar debemos hacer méritos, debemos dirigir nuestra energía a la consecución de un premio social o individual. El mérito brilla por el resultado. Un premio o un reconocimiento puede llenar la vida de sentido y viceversa. Para llegar al premio es indispensable llenarse de sentido. Una vida sin sentido no puede resultar meritoria.

Además, para evolucionar necesitamos desarrollar virtudes, cualidades que la cultura ha denominado como correctas. Y el camino no es difícil, debe ser un camino con corazón. Cuando cumplimos con nuestras responsabilidades, cuando a través de nuestro comportamiento damos luces a otros seres que nos ven, que nos escuchan que estamos dando lo que podemos, enseñando o compartiendo en y de nuestro trabajo, entonces somos merecedores de una gran recompensa, la paz mental.

Queda bajo nuestra responsabilidad obtener los méritos que creamos nos los merecemos por el desarrollo de nuestras virtudes.