miércoles, 30 de septiembre de 2009

La flexibilidad templada con la resolución


Yin Ming plantea esta, la quinta de las habilidades que debe poseer el alma para transitar con el menor sufrimiento posible por esta tierra.

Flexibilidad. Que palabra tan relajante. Inmediatamente se vienen imágenes de gimnastas haciendo sus contorciones; de performantes de circo metiéndose en una caja de pocos centímetros de altitud; de un gato durmiendo en el sofá estirando sus patas de un cojín a otro o de un estado interno donde lo que predomina es el control del movimiento interior, el control del oleaje producido por los pensamientos.

La flexibilidad es la capacidad de doblarse sin partirse!! Eso en términos psicológicos se llama resiliencia y viene programada en nuestro neocortex para que podamos tomar decisiones con calma y sin apasionamiento. Específicamente la flexibilidad psicológica está ubicada en los cerebros prefrontales, aquellos que todavía no están completamente maduros sino hasta los 20 años. No en vano los adolescentes hacen lo que hacen. En ellos los lóbulos prefrontales no se han desarrollado plenamente.

Sin embargo, no es totalmente adecuado quedarse en los estados flexibles, se necesita la resolución, la decisión de hacer algo cueste lo que cueste. Se necesita la flexibilidad para tomar decisiones y poder cambiar el punto de vista pero una vez que se lo ha tomado hay que adueñarse de él y llevarlo a buen puerto.

La resolución implica tener el valor de continuar adelante aún a expensas de los obstáculos principalmente mentales que debemos afrontar a medida que le vamos dando forma a nuestros sueños. La resolución será entonces, la salsa que aderece el conduminio de una decisión tomada.

Puede palparse con la punta de los dedos esa sensación placentera que produce la flexibilidad de la mano en el teclado o de la mente en su lugar. El equilibrio dándonos una lección, la se ser flexibles en nuestras decisiones y opiniones y resueltos en la acción.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El talento templado con la diligencia




¿Qué sería de nosotros si desplegáramos las alas de la creatividad y dejáramos volar nuestra imaginación para llegar a las cimas mas altas, aquellas cumbres heladas que el Misterio nos tiene reservadas?¿ Qué sucedería si escucháramos a nuestro corazón y siguieramos sus instrucciones al sernos completamente fieles a nuestros intereses, a nuestra vocación, a nuestro talento?

Yinming llega con la cuarta propiedad espiritual a producir una reflexión por demás necesaria: nuestra vocación, nuestro talento. ¿Qué estamos haciendo con él?

Los griegos llamaban talento a una medida monetaria que equivalía a 26 kilos de plata, una cantidad nada despreciable con la que se podía comprar una enorme cantidad de cosas. En dinero actual un talento valdría $ 324.540 euros. Por supuesto que es, hasta nuestros días, una cantidad que haría temblar al que estuviera endeudado con ella o haría saltar en un pie al que lo hubiera ganado. Exactamente así y de la misma manera funciona nuestro talento humano, nuestra aptitud para hacer algo.

La vocación o talento con el que todos nacemos requiere ser descubierta a través de un recorrido interno que nos lleva a la autoexploración. Todos sabemos intuitivamente para que somos buenos, en que nos destacamos y en que brillamos y, si realmente nos respetamos a nosostros mismos nos escucharemos y nuestra voz interior trazará el camino, la ruta que nos lleve a explorar nuestras propias capacidades.

Cuantas veces se repite en los encuentros entre humanos, en los pasillos y en las áreas comunales lo lentos o torpes que fuimos al no aprovechar esa oportunidad de oro. El individuo se queja de no haber sacado brillo a su talento al haber desperdiciado el tiempo en cosas vanales como ver la televisión o espectar un deporte que solamente le producía una irrigación de endorfinas y nada más. Cuantas veces escuchamos a los viejos decir que no aprovecharon bien el tiempo y que ahora no sirven para nada cuando ya a esa edad, después de los 70, todo lo que uno tiene en sus manos es su talento acompañándolo a todas partes.

El talento solamente se desarrolla con diligencia, una cualidad que distingue al mediocre del acrisolado. Una cualidad que implica estar allí hasta obtener lo que se quiere, a tener la suficiente paciencia y cuidado para ejecutar algo. Y para estar allí hasta lograrlo se requiere serse fiel para soportar las tormentas e inclemencias que implica seguir los propios pasos sin imitar a nadie sino a si mismo.

Vaya oportunidad que se nos presenta siempre: saber que estoy en la capacidad de desarrollar mis capacidades, mis virtudes, mi razón de vivir con la diligencia a cada momento. El truco se resume en estar atentos (cuidadosos y ágiles en lo que hacemos) hasta convencernos de nuestras propias certezas.

viernes, 4 de septiembre de 2009

La condescendencia templada con la respetabilidad




La reflexión de hoy parte de un precepto básico: la capacidad que todos los humanos tenemos para adaptarnos. Se ha dicho que en cualquier lugar que oscile entre los 40 grados bajo cero y 40 grados sobre cero la humanidad puede vivir normalmente. Lo que no se ha dicho es ¿a que temperatura de su propio yo puede vivir cómodamente? La persona promedio escapa con frecuencia de su propia responsabilidad de hacerse cargo de su vida y la deja en manos de otros como una prueba de su propia y autoaprobada inoperancia.

Para el desarrollo humano es adecuado ser condescendiente, benévolo primeramente con uno mismo. Habitualmente en terapia veo la rigidez mental frente al cambio. La incertidumbre es tomada como algo anormal y patológico. La mente de la persona psicorígida no admite los errores a los que todos los seres humanos estamos propensos experimentar, por tal motivo cualquier noción que nos aleje de nuestra zona de seguridad psicológica aterra, no se soporta lo incierto, no se es condescendiente. Si no lo soy conmigo mismo, no lo seré con el otro.

Lo opuesto es también inadecuado: ser excesivamente condescendiente. En Ecuador tenemos una frase que resume este exceso: "No hay que dejarse ver la cara de pendejo" y lo que se quiere decir con eso es que ser mas sagaz y más agudo es inadecuadamente concebido como ser más respetado. Se ve a quien es más avezado como un referente, como un modelo a seguir aún a expensas de la maldad que pueda propinar a sus semejantes.

Ser respetado es haberse ganado por mérito propio y no por opinión de los demás un espacio en la comunidad. Cuando se ha entregado tiempo, esfuerzo y dedicación disciplinada a una labor los resultados van a salir a la superficie tarde o temprano y el beneficio será proporcional al esfuerzo desplegado en tal faena.

Respetar y ser condescendientes es una combinación a la vez paradójica y totalmente aplicable a la vida cotidiana. Ser buena gente es buen negocio y aplicar la honradez a todo acto que esté bajo nuestro control será una carta de presentación de nuestra personalidad.

Entonces la temperatura ideal del yo en los humanos se puede medir tomando en cuenta nuestro propio autorespeto y nuestra capacidad para ser una mejor persona. Esto redundará en beneficio de todos aquellos con quienes entremos en contacto.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La docilidad templada con asertividad


La pregunta que inicia ahora esta reflexión es ¿somos fáciles de educar?

De allí parte la consideración acerca de la docilidad. Se es realmente flexible con la vida que uno toma? si es así, hay una ventaja frente a lo demás. La ausencia de flexibilidad es sinónimo de anquilosamiento y por ende, de muerte. Cuando lo que predomina es la rigidez, estamos a un paso de la muerte y esta muerte abarca todos los sentidos que le querramos dar.

Cuando Yinming habla de la docilidad se refiere al trato que nos damos a nosotros mismos y a los demás. ¿Somos bondadosos, somos suaves y caríñosos con nosotros mismos? De allí que como seamos con nosotros lo seremos con los otros. La asperidad logra poco en cualquier aspecto. Puede lograr algo en el corto plazo pero a la larga genera resentimiento y una sensación de irrespeto que desemboca en el odio y el deseo de ajustar cuentas, en venganza.

Pero la docilidad también puede ser un motivo de abuso. Si se es demasiado suave la corriente del río se lleva todo, no hay la suficiente fuerza como para contener el impulso de lo que viene. No hay como ser demasiado blando en un mundo donde lo que predomina es la agresividad y el culto a la guerra y a la violencia. En esos casos, la docilidad debe ser templada con la asertividad.

Se define a la asertividad como una interacción madura en donde los interactuantes no se agreden ni se someten a la voluntad de otras personas sino que expresan sus opiniones y defiende sus derechos, principalmente el derecho a respetar y ser respetado.

Cuando se es asertivo se trabaja con uno mismo en un área muy particular y específica: tomar las decisiones que competen a nuestra forma de vida desde los hechos y no desde las opiniones. Las opiniones nos llevan a estados emocionales que pueden salirse de control: ira, ansiedad, tristeza y a veces se suelen confundir pero piénsese atentamente, una opinión es algo que viene y va pero un hecho está allí y no se puede dejar colgado el suceso sin toma cartas en el asunto.

Para ser asertivo se sugiere expresarse de forma consciente, congruente, clara, directa y equilibrada y así defender nuestros derechos sin la intención de perjudicar o herir a nadie. El secreto está en la autoconfianza interior que debe predominar en nuestro comportamiento cotidiano.

Fusionados así, los dos patrones que ahora menciona Yinming facilitan la tan ansiada comprensión de si mismo que al fin y al cabo es nuestra obligación en la vida. Estamos llamados a ser conscientes de nuestros actos a la vez que somos responsables de cada cosa que hemos decidido hacer.