domingo, 20 de enero de 2013



La Piedad y el descontrol contemporáneos, análisis semiótico de las fotos ganadoras del World Press Photo, 2012

Autor: Lobsang Espinoza, semiólogo, psicoterapeuta

La interpretación de las imágenes es producto de un proceso perceptivo que involucra a los sentidos y en este caso la vista.

De hecho, desde que el ser humano ha tenido conciencia, siempre ha querido dejar un rastro tras de si y a lo largo de la historia lo ha hecho en una pared, en un muro; en la actualidad, los usuarios de las tecnologías informacionales requieren de pantallas y sobre ellas requieren un “muro” como es el caso de la red social Facebook. Allí, amigos y desconocidos dejan una marca, una huella, una impronta para que su existencia quede patentada.

La imagen (del latín imago y esta del verbo imitari) es una re-presentación; la imagen significa volver a presentar algo pre existente y expone al perceptor a un proceso de decodificación e interpretación. La imagen es algo ilusorio. Barthes la asumen como una resurrección, la vuelta a la vida de algo que ya había muerto. Una imagen fotográfica es eso: volver a vivir lo que ya estuvo allí.

Así, la fotografía es un tipo de imagen visual crudamente franca y en el contexto del World Press Fhoto se evidencia de manera casi epidérmica: las carnes sanguinolentas que impregnan las calles en Beirut, la madre que toma a su hijo entre brazos en Yemen, la pesca del atún en Italia o las exploraciones en las magníficas cuevas de Vietnam nos muestran la RE-PRESENTACIÓN de un “haber estado allí”. Así mismo, Barthes trata a la fotografía como un signo discontinuo, una disrupción en medio del texto lingüístico. Por lo tanto, la foto para este semiólogo francés, vibra por ser polisémica, los múltiples significados denotados y/o connotados explotan por todas partes.  

Ahora, en las fotos del Word Press Photo los escritores con luz, los fotógrafos, enfatizan su teleobjetivo y ponen atención a una sola parte de la realidad capturada. Cuando se hace fotografía, se aísla una “Parte” de un “Todo”. Se cumple la ley de la Gestalt: para que exista la percepción de una forma se requiere de la percepción de un fondo. En otras palabras, en la fotografía ese fondo es la explicación que acompaña a cada imagen, ese fondo es el pie de página . También el fondo es lo que explica, en varias ocasiones, el contexto.

A lo largo de los últimos 110 años, la fotografía se ha transformado en una herramienta informativa sin precedentes. La instantaneidad del momento, la lascivia voayerista del cuerpo descarnado, de la imagen impactante hacen de la fotografía informativa o documental un plato que nos servimos todos los días en los medios impresos y virtuales.

Y en palabras de la intelectual Susan Sontag, quien se comprometió a criticar el establishment de su país, EE.UU y también tomó partido contra los horrores de la guerra: “.…las fotografías de las víctimas de guerra son en si mismas una suerte de retórica. Reiteran. Simplifican. Agitan. Crean la ilusión de consenso” y un par de párrafos más adelante dice “…Las fotografías son un medio que dota de “realidad” (o de “mayor realidad”) a asuntos que los privilegiados o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar.” La fotografía es un punto límite entre el sentido y el sinsentido. Todos hemos experimentado el sinsabor de decir “….esto no tiene sentido” al mirar algunas fotografías cuya crudeza nos desvela y desconcierta.

 
 La piedad contemporánea


 

Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país

es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda

acumulativa de más de siglo y medio de actividad

de esos turistas especializados y profesionales

llamados periodistas. Las guerras son ahora también

las vistas y sonidos de las salas de estar.

 

Susan Sontag,  Ante el dolor de los demás,2003.


Piedad es una palabra que connota (se interpreta) y se asocia con la misericordia; significa compasión hacia los demás y por si misma es parte de la naturaleza humana. Evolutivamente, la piedad es un sentimiento que ha permitido conservar la especie. Asimismo, la piedad es también una forma de entender el mundo. Se relaciona con las ideas religiosas, principalmente cristianas, de protección y conmiseración hacia el otro; entonces piedad es ponerse en los zapatos del otro, tener empatía.

Recíprocamente, en la fotografía ganadora del World Press Photo atribuída a Samuel Aranda, el parentesco con la famosa escultura de Miguel Ángel, La Pieta, es innegable.

En su ensayo, Sontag corrobora la brutalidad de la guerra y atribuye a las fotografías reacciones emocionales ambivalentes; para ella, las fotografías de guerra o de atrocidades se pueden transformar en“…Un llamado a la paz. Un grito de venganza. O simplemente la confundida conciencia repostada sin pausa de información fotográfica, de que suceden cosas terribles”

Y creo que Aranda lo sabía. Sabía que su fotografía iba a impactar. Desde hace quinientos años la iconografía contemporánea ha estado saturada de imágenes religiosas. La Pieta de Miguel Ángel, imagen multifacética del Renacimiento, ha acompañado la pedagogía cristiana del dolor y el sufrimiento. Ha sido una de las marcas que, junto a la Sagrada Familia y a la Santísima Trinidad, han dejado una profunda impronta en la memoria de los pueblos cuyas representaciones visuales e iconográficas judeo-cristianas dejaron huella indeleble alrededor del mundo occidental.

En la fotografía de Aranda, cuya potencia está destinada no solo a un público particular, la gente de Yemen, sino a cualquier espectador, algo se vuelve real; el espectador deja el estado plano, monótono y “continuo” de la “normalidad” y entra en la discontinuidad, la sorpresa, el inicio de algo nuevo;  la disrupción de lo cotidiano metamorfosea hacia lo “irreal”. La fuerte connotación de irrealidad se atribuye a la ausencia de referentes previos; el deslave de significados crea la ilusión onírica, “fue como un sueño”. Seguramente Aranda no lo creyó cuando ganó el primer premio.   

Estructuras superficiales del relato iconográfico de Samuel Aranda.

Según la semiología de Roland Barthes, una imagen fotográfica tiene un sentido intencional. Aunque es un signo discontinuo, la fotografía presenta un mensaje literal. En este nivel del análisis, superficial y denotativo, la fotografía de Aranda no es sustancial en cuanto a sus elementos. Una mujer con vestimenta negra y unos guantes quirúrgicos blancos manchados sostiene a su hijo semidesnudo. Ella lleva una cartera celeste y no se sabe si él lleva ropa por debajo de la cintura. Al lado derecho de la imagen se ve una silueta de lo que parece ser otro joven menor de treinta años; su tono de piel y su clavícula denotan su edad.

Estructuras profundas del relato iconográfico de Samuel Aranda.

En un nivel profundo de análisis, análisis connotativo, la fotografía ganadora del Word Press Photo es completamente relacional, interconectada y, a través de la imaginación, esta fotografía genera asociaciones mentales. Pasa de lo sustancial, lo que se ve, a lo conectivo.

De esta manera, las ideas implícitas que generan estas imágenes estás vinculadas con fenómenos político-religiosos. La vestimenta de la mujer evidencia un contexto musulmán; Yemen tiene como religión oficial el Islam y el presidente Ali Abdullah Saleh, que ha gobernado por 33 años, será depuesto dentro de poco. Las protestas callejeras han llevado a muchos jóvenes a las calles de Saná la capital de Yemen para reclamar por las injusticias de Saleh.

Entre estos jóvenes está Zayed, 18 años. Ha sido impactado por alguna de las explosiones en Zubairy Street, la calle principal de la ciudad. Su madre, quien con toda seguridad estaba extremadamente estresada, lo estaba buscando por segunda ocasión dentro de una mezquita que sirvió de hospital, tal como cuenta la leyenda que acompaña a la foto. Según el texto, Fátima al-Qaws madre de Zayed, sabía que su hijo era uno de los insurgentes que protestaban contra los 33 años de opresión del gobierno de Saleh.

Además, los guantes quirúrgicos que la madre lleva puestos implican un contexto aséptico, desintoxicado. Afuera, la guerra se lleva a cabo y adentro, al interior de una mezquita, se ha improvisado un hospital, un espacio esterilizado donde Aranda capturó la mejor foto del 2012.   

Por consiguiente, esta imagen conmueve y la conmoción, según Sontag, se ha convertido en la principal fuente de valor y estímulo del consumo.  En el Renacimiento italiano, la conmoción se propiciaba cuando se inauguraba una escultura o una pintura de Miguel Ángel. Los obispos, reyes y cardenales asistían al develamiento de aquellas obras como si se tratara de una nueva edificación de suma importancia para una ciudad actual. Siguiendo a Sontag, el tormento en las representaciones cristianas se manifestaba en el arte renacentista como un espectáculo, algo que se admiraba o se ignoraba.

En la escultura Pieta, la virgen María, abnegada, piadosa y sufrida, se muestra como el  ideal renacentista; en la fotografía de Aranda en cambio, predomina lo tosco, lo espontáneo y lo imperfecto. El periodista registra una imagen que deja de tener nacionalidad tal como el mismo fotógrafo la pierde al tomarla. La foto se transforma en una imagen pública, está al alcance de todos.

la nacionalidad del fotógrafo y la afiliación nacional periodística eran, por principio, irrelevantes. El fotógrafo o la fotógrafa podían ser de cualquier lugar. Y su demarcación era el mundo. Eran andariegos y las guerras de especial interés (pues había muchas), su destino predilecto”        

 
 Conclusión

Las fotografías están cargadas de significado. Y, así como las intenciones del fotógrafo no determinan la significación de la fotografía, las imágenes dirán mucho más de lo que a simple vista denotan.

Una lectura semiótica es por naturaleza un acto antropológico, un acto humano y por lo tanto sensible de interpretación. Aquí se ha demostrado como un acercamiento a las estructuras de la imagen, superficiales y profundas, pueden transformarse en herramientas hermenéuticas adecuadas para la formación de un criterio personal acerca de lo que estamos viendo como espectadores de una realidad. 

Salvando a la “novia” desesperada
Amores extremos: intento fallido de suicidio
 

Los sufrimientos que más a menudo se consideran dignos de representación son los que se entienden como resultado de la ira humana o divina.

Susan Sontag, Ante el dolor de los demás.

Uno de los mayores problemas que aqueja al individuo de toda sociedad, sea ancestral o posmoderna, es la falta de autocontrol. Las pasiones desordenadas, desde antiguo, imperan en las comunidades humanas y junto a ellas, el descontrol también gobierna muchas de relaciones interpersonales. Un noviazgo frustrado lleva a una persona a experimentar un verdadero maremágnum de emociones volcánicas y sentir que la única solución para detener esta envolvente sensación de vacío es lanzarse al vacío.

La joven fotógrafa china Li Yang, quien se dedica a fotografiar bienes raíces para una revista especializada, captura este momento impresionante. A sus 32 años Yang ha decodificado uno de los retos vitales que para muchos se transforma en problema: amar a otro fuera de sí mismo. De la misma forma que Freud habla de un sacrificio del propio narcisismo al decidir  amar al otro, pues uno entrega parte de su amor propio al otro, Yang re-presenta icónicamente la pérdida de control de uno mismo por el exceso de amar. Las pasiones descontroladas pueden matar.


Estructuras superficiales del relato iconográfico de Li Yang

El edificio de apartamentos ocupa el fondo de esta figura. La atención se concentra y dispersa alrededor de un edificio de apartamentos cuya figura central es una mujer joven demacrada, parece estar sin maquillaje e inclusive inconsciente. Las personas aledañas tratan de ayudar desde arriba y desde abajo; la pobre víctima está en un limbo y no se puede augurar a simple vista quien hace que. Unos tiran hacia abajo y otros  hacia arriba y la confusión propia de estos momentos no permita saber que sería mejor, que los de arriba la jalen o los de abajo hagan lo mismo.

En el lado izquierdo de la foto se observa a dos testigos absortas que miran y no creen lo que pasa y aún así siguen allí para saber en que termina el episodio. Fotografiar es valerse del encuadre y la foto una vez encuadrada, excluye.

Sontag afirma que “…Queremos que el fotógrafo sea un espía en la casa del amor y de la muerte y que los retratados no sean consientes de la cámara, se encuentren con la guardia baja”

Estructuras profundas del relato iconográfico de Li Yang

En la parte inferior izquierda de esta fotografía una mujer madura, vestida con una blusa de color rojo intenso, como si se tratara de un infernal demonio, fisgonea este intento fallido de suicidio. Igualmente el hombre de la parte central inferior derecha ayuda a la novia desesperada y no se sabe si a subir o a bajar.

De esta forma, la propia novia se asume a sí misma como indefensa, golpeada por la vida que le ha entregado a cambio de cuatro años de compromiso una negativa para el matrimonio. Sus ojos parecen estar cerrados como negándose al rescate. No hay indicios de voluntad personal; que todo lo hagan los demás.

La paradójica relación entre el arriba y el abajo de la vestimenta nupcial de la mujer la hace ver como un ángel que cae de un piso a otro. Un ángel rescatado de las garras de la muerte apócrifa: un suicidio.

Uno de los indicadores de la locura es el deterioro de la percepción visual, no en el sentido literal sino en el filosófico. Se pierde la cabeza cuando no hay ni norte ni sur, cuando todo se confunde con el todo y la continuidad de la vida se hace discontinua, extraña, nueva. El muro sobre el que extrañamente “reposa” la novia hace alusión a ese momento límite: pequeños mosaicos de cerámica intercalados asimétricamente dejan la sensación de discontinuidad y desequilibrio. Si ese muro fuera un piso posiblemente causaría ansiedad cruzar por él. Al parecer, la fotografía de Yang captura una mala jugada en el ajedrez que es la vida misma.

Esta fotografía nos enfrenta a una lectura denotativa icónica. En esta imagen, existe una asociación de elementos carentes de sistema, la imagen en si misma representa el salvataje de una mujer suicida y más allá de ello están implícitas las relaciones sígnicas, relaciones de significado emocional y sentido existencial: el abandono, el miedo al compromiso por parte del novio y básicamente la falta de autocontrol de la novia.

Realmente podemos ser los dueños de lo que callamos y esclavos de lo que decimos y/o fotografiamos y de nosotros depende si estamos dispuestos a pagar el precio de conseguir lo que queremos.

Y para concluir cito a Sontag

“Las fotografías que representan el sufrimiento no deberían ser bellas, del mismo modo que los pies de foto no deberían moralizar. Siguiendo este criterio una fotografía bella desvía la atención de la sobriedad de su asunto y la dirige al medio mismo por lo que pone en entredicho el carácter documental de la imagen. La fotografía ofrece señales encontradas. ¡Paremos esto, nos insta. Pero también exclama ¡qué espectáculo!