domingo, 11 de octubre de 2009

Previsión templada con dedicación



La séptima instrucción de Yin Ming viene acompañada de algo que se puede aplicar todos los días en nuestra vida cotidiana: la acción de saber que es lo conveniente para tener todas nuestras necesidades cubiertas o saber también que es lo conveniente para poder cubrir en un futuro cercano las necesidades que sabemos, pueden venir aparejadas con las decisiones que tomemos.

Así, la previsión se transforma en una herramienta para modificar el mundo psíquico de los seres que habitan en un cuerpo humano. Al estar en la capacidad de anticipar lo que les puede deparar el futuro, los humanos tienen la ventaja intangible de futurizar su propio contexto y adueñarse de las responsabilidades que traen aparejadas sus propias decisiones.

Recuerdese que siempre es problema de cada cual hacerse cargo de si mismo y si a ese peso le añadimos el de saber prevenir y además prever (conocer por algunas señales o indicios lo que va a suceder) entonces se asegura ganar una batalla mas contra la incertidumbre.

Sin embargo, para prever hay que tener un espíritu dedicado, es decir, un espíritu que se consagre intensamente a su oficio, profesión o trabajo. Nada hay más maravilloso que haber encontrado el lugar que nos corresponde en el mundo al hacer lo que nuestro corazón nos ha dicho siempre: esa profesión amada, ese oficio apasionado, ese hobby que enciende las ganas y saber que no todo viene sin más ni más sino que requiere de un proceso de lenta cocción que lleve a quien lo ame a la maestría y así, a llevar un suculento plato de satisfacción personal.

Vaya tarea: ser previsor (mirar a lo lejos acercarse el peligro o la bendición) y a la vez ser dedicado (consagrarse de cerca a lo que a uno más le gusta) sin perder en ninguno de los dos el hilo conductor de la paciencia. Ser pacientes para ser previsores y ser pacientes para ser dedicados.

domingo, 4 de octubre de 2009

Sinceridad templada con discriminación


La sinceridad es definida como un modo de expresarse libre de fingimiento; se asemeja a la ingenuidad, una cualidad que indica la falta de malicia.

En la vida de los humanos, específicamente en la de aquellos que han adquirido consciencia, que han despertado del letargo al que estamos culturalmente sometidos, la sinceridad es la moneda de cambio en las interacciones cotidianas. Ser siempre conscientes de nuestras responsabilidades y de los actos que las desencadenan nos transforma en seres sinceros. No hay malicia en quien quiere el bienestar de los demás, no hay fingimiento entre los conocedores del misterio, entre quienes saben que no hay nada mas valioso que serse sinceros primeramente a si mismos para luego entrar en el mundo del otro sin opacidades.

Sin embargo, para poder entrar en este mundo, el de la sinceridad, se necesita saber discriminar. Es necesario seleccionar excluyendo lo que va a dañar o a opacar nuestro camino hacia nuestro objetivo: la capacidad de ser perfectibles cada día. Excluir de nuestra vida todo aquello que retrasa nuestra evolución como las emociones descontroladas, los pensamientos rastreros y los enormes deseos internos que la materia nos impone como el poseer objetos por el siemple hecho de tener las manos llenas de algo que pueda tocar o cuantificar

De esta manera, la sinceridad debe estar acompañada de la discriminación. Saber siempre que es lo que nos conviene.
El apóstol Pablo decía a sus seguidores que todo es lícito pero que no todo conviene; que todo le es lícito pero que de ninguna cosa se dejará dominar. Una gran lección para el que desea encontrar las respuestas a sus interrogantes más profundos. Saber seleccionar excluyendo y saber actuar sin malicia. Dos lados de la misma moneda: el conocimiento interno.