La
Piedad y el descontrol contemporáneos, análisis semiótico de las fotos
ganadoras del World Press Photo, 2012
Autor: Lobsang Espinoza,
semiólogo, psicoterapeuta
La interpretación de las imágenes es
producto de un proceso perceptivo que involucra a los sentidos y en este caso la
vista.
De hecho, desde que el ser humano ha tenido conciencia, siempre ha querido dejar un rastro tras de si y a lo
largo de la historia lo ha hecho en una pared, en un muro; en la actualidad,
los usuarios de las tecnologías informacionales requieren de pantallas y sobre
ellas requieren un “muro” como es el caso de la red social Facebook. Allí,
amigos y desconocidos dejan una marca, una huella, una impronta para que su
existencia quede patentada.
La imagen (del latín imago y esta del verbo imitari) es una re-presentación; la
imagen significa volver a presentar algo pre existente y expone al perceptor a
un proceso de decodificación e interpretación. La imagen es algo ilusorio.
Barthes la asumen como una resurrección, la vuelta a la vida de algo que ya
había muerto. Una imagen fotográfica es eso: volver a vivir lo que ya estuvo
allí.
Así, la fotografía es un tipo de
imagen visual crudamente franca y en el contexto del World Press Fhoto se
evidencia de manera casi epidérmica: las carnes sanguinolentas que impregnan
las calles en Beirut, la madre que toma a su hijo entre brazos en Yemen, la
pesca del atún en Italia o las exploraciones en las magníficas cuevas de
Vietnam nos muestran la RE-PRESENTACIÓN de un “haber estado allí”. Así mismo, Barthes
trata a la fotografía como un signo discontinuo, una disrupción en medio del
texto lingüístico. Por lo tanto, la foto para este semiólogo francés, vibra por
ser polisémica, los múltiples significados denotados y/o connotados explotan por
todas partes.
Ahora, en las fotos del Word Press
Photo los escritores con luz, los fotógrafos, enfatizan su teleobjetivo y ponen
atención a una sola parte de la realidad capturada. Cuando se hace fotografía,
se aísla una “Parte” de un “Todo”. Se cumple la ley de la Gestalt: para que
exista la percepción de una forma se requiere de la percepción de un fondo. En
otras palabras, en la fotografía ese fondo es la explicación que acompaña a
cada imagen, ese fondo es el pie de página . También el fondo es lo que explica,
en varias ocasiones, el contexto.
A lo largo de los últimos 110
años, la fotografía se ha transformado en una herramienta informativa sin
precedentes. La instantaneidad del momento, la lascivia voayerista del cuerpo
descarnado, de la imagen impactante hacen de la fotografía informativa o
documental un plato que nos servimos todos los días en los medios impresos y
virtuales.
Y en palabras de la intelectual
Susan Sontag, quien se comprometió a criticar el establishment de su país, EE.UU y también tomó partido contra los
horrores de la guerra: “.…las fotografías
de las víctimas de guerra son en si mismas una suerte de retórica. Reiteran.
Simplifican. Agitan. Crean la ilusión de consenso” y un par de párrafos más
adelante dice “…Las fotografías son un
medio que dota de “realidad” (o de “mayor realidad”) a asuntos que los
privilegiados o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar.” La
fotografía es un punto límite entre el sentido y el sinsentido. Todos hemos
experimentado el sinsabor de decir “….esto no tiene sentido” al mirar algunas
fotografías cuya crudeza nos desvela y desconcierta.
Ser espectador de calamidades que
tienen lugar en otro país
es una experiencia intrínseca de
la modernidad, la ofrenda
acumulativa de más de siglo y
medio de actividad
de esos turistas especializados y
profesionales
llamados periodistas. Las guerras
son ahora también
las vistas y sonidos de las salas
de estar.
Susan Sontag, Ante el dolor de los demás,2003.
Piedad es una palabra que connota
(se interpreta) y se asocia con la misericordia; significa compasión hacia los
demás y por si misma es parte de la naturaleza humana. Evolutivamente, la
piedad es un sentimiento que ha permitido conservar la especie. Asimismo, la
piedad es también una forma de entender el mundo. Se relaciona con las ideas religiosas,
principalmente cristianas, de protección y conmiseración hacia el otro;
entonces piedad es ponerse en los zapatos del otro, tener empatía.
Recíprocamente, en la fotografía
ganadora del World Press Photo atribuída a Samuel Aranda, el parentesco con la
famosa escultura de Miguel Ángel, La
Pieta, es innegable.
En su ensayo, Sontag corrobora la brutalidad
de la guerra y atribuye a las fotografías reacciones emocionales ambivalentes; para
ella, las fotografías de guerra o de atrocidades se pueden transformar en“…Un
llamado a la paz. Un grito de venganza. O simplemente la confundida conciencia
repostada sin pausa de información fotográfica, de que suceden cosas terribles”
Y creo que Aranda lo sabía. Sabía
que su fotografía iba a impactar. Desde hace quinientos años la iconografía
contemporánea ha estado saturada de imágenes religiosas. La Pieta de Miguel Ángel, imagen
multifacética del Renacimiento, ha acompañado la pedagogía cristiana del dolor
y el sufrimiento. Ha sido una de las marcas que, junto a la Sagrada Familia y a
la Santísima Trinidad, han dejado una profunda impronta en la memoria de los
pueblos cuyas representaciones visuales e iconográficas judeo-cristianas
dejaron huella indeleble alrededor del mundo occidental.
En la fotografía de Aranda, cuya
potencia está destinada no solo a un público particular, la gente de Yemen,
sino a cualquier espectador, algo se vuelve real; el espectador deja el estado
plano, monótono y “continuo” de la “normalidad” y entra en la discontinuidad,
la sorpresa, el inicio de algo nuevo; la
disrupción de lo cotidiano metamorfosea hacia lo “irreal”. La fuerte
connotación de irrealidad se atribuye a la ausencia de referentes previos; el
deslave de significados crea la ilusión onírica, “fue como un sueño”.
Seguramente Aranda no lo creyó cuando ganó el primer premio.
Estructuras
superficiales del relato iconográfico de Samuel Aranda.
Según la semiología de Roland
Barthes, una imagen fotográfica tiene un sentido intencional. Aunque es un
signo discontinuo, la fotografía presenta un mensaje literal. En este nivel del
análisis, superficial y denotativo, la fotografía de Aranda no es sustancial en
cuanto a sus elementos. Una mujer con vestimenta negra y unos guantes quirúrgicos
blancos manchados sostiene a su hijo semidesnudo. Ella lleva una cartera celeste
y no se sabe si él lleva ropa por debajo de la cintura. Al lado derecho de la
imagen se ve una silueta de lo que parece ser otro joven menor de treinta años;
su tono de piel y su clavícula denotan su edad.
Estructuras profundas del relato iconográfico de Samuel Aranda.
En un nivel profundo de análisis,
análisis connotativo, la fotografía ganadora del Word Press Photo es
completamente relacional, interconectada y, a través de la imaginación, esta
fotografía genera asociaciones mentales. Pasa de lo sustancial, lo que se ve, a
lo conectivo.
De esta manera, las ideas
implícitas que generan estas imágenes estás vinculadas con fenómenos
político-religiosos. La vestimenta de la mujer evidencia un contexto musulmán;
Yemen tiene como religión oficial el Islam y el presidente Ali Abdullah Saleh,
que ha gobernado por 33 años, será depuesto dentro de poco. Las protestas
callejeras han llevado a muchos jóvenes a las calles de Saná la capital de
Yemen para reclamar por las injusticias de Saleh.
Entre estos jóvenes está Zayed, 18
años. Ha sido impactado por alguna de las explosiones en Zubairy Street,
la calle principal de la ciudad. Su madre, quien con
toda seguridad estaba extremadamente estresada, lo estaba buscando por segunda
ocasión dentro de una mezquita que sirvió de hospital, tal como cuenta la leyenda
que acompaña a la foto. Según el texto, Fátima al-Qaws madre de Zayed, sabía
que su hijo era uno de los insurgentes que protestaban contra los 33 años de
opresión del gobierno de Saleh.
Además, los guantes quirúrgicos que la madre lleva puestos implican un
contexto aséptico, desintoxicado. Afuera, la guerra se lleva a cabo y adentro,
al interior de una mezquita, se ha improvisado un hospital, un espacio
esterilizado donde Aranda capturó la mejor foto del 2012.
Por consiguiente, esta imagen conmueve y la conmoción, según Sontag, se ha
convertido en la principal fuente de valor y estímulo del consumo. En el Renacimiento italiano, la conmoción se
propiciaba cuando se inauguraba una escultura o una pintura de Miguel Ángel.
Los obispos, reyes y cardenales asistían al develamiento de aquellas obras como
si se tratara de una nueva edificación de suma importancia para una ciudad
actual. Siguiendo a Sontag, el tormento en las representaciones cristianas se
manifestaba en el arte renacentista como un espectáculo, algo que se admiraba o
se ignoraba.
En la escultura Pieta, la virgen
María, abnegada, piadosa y sufrida, se muestra como el ideal renacentista; en la fotografía de
Aranda en cambio, predomina lo tosco, lo espontáneo y lo imperfecto. El
periodista registra una imagen que deja de tener nacionalidad tal como el mismo
fotógrafo la pierde al tomarla. La foto se transforma en una imagen pública,
está al alcance de todos.
“la nacionalidad del fotógrafo y la
afiliación nacional periodística eran, por principio, irrelevantes. El
fotógrafo o la fotógrafa podían ser de cualquier lugar. Y su demarcación era el
mundo. Eran andariegos y las guerras de especial interés (pues había muchas),
su destino predilecto”
Las fotografías están cargadas de
significado. Y, así como las intenciones del fotógrafo no determinan la
significación de la fotografía, las imágenes dirán mucho más de lo que a simple
vista denotan.
Una lectura semiótica es por
naturaleza un acto antropológico, un acto humano y por lo tanto sensible de
interpretación. Aquí se ha demostrado como un acercamiento a las estructuras de
la imagen, superficiales y profundas, pueden transformarse en herramientas
hermenéuticas adecuadas para la formación de un criterio personal acerca de lo
que estamos viendo como espectadores de una realidad.
Los sufrimientos que más a
menudo se consideran dignos de representación son los que se entienden como
resultado de la ira humana o divina.
Susan Sontag, Ante el dolor de los demás.
Uno de los mayores problemas que aqueja al individuo de toda sociedad, sea
ancestral o posmoderna, es la falta de autocontrol. Las pasiones desordenadas,
desde antiguo, imperan en las comunidades humanas y junto a ellas, el
descontrol también gobierna muchas de relaciones interpersonales. Un noviazgo
frustrado lleva a una persona a experimentar un verdadero maremágnum de
emociones volcánicas y sentir que la única solución para detener esta
envolvente sensación de vacío es lanzarse al vacío.
La joven fotógrafa china Li Yang, quien se dedica a fotografiar bienes
raíces para una revista especializada, captura este momento impresionante. A
sus 32 años Yang ha decodificado uno de los retos vitales que para muchos se
transforma en problema: amar a otro fuera de sí mismo. De la misma forma que
Freud habla de un sacrificio del propio narcisismo al decidir amar al otro, pues uno entrega parte de su
amor propio al otro, Yang re-presenta icónicamente la pérdida de control de uno
mismo por el exceso de amar. Las pasiones descontroladas pueden matar.
Estructuras
superficiales del relato iconográfico de Li Yang
El edificio de
apartamentos ocupa el fondo de esta figura. La atención se concentra y dispersa
alrededor de un edificio de apartamentos cuya figura central es una mujer joven
demacrada, parece estar sin maquillaje e inclusive inconsciente. Las personas
aledañas tratan de ayudar desde arriba y desde abajo; la pobre víctima está en
un limbo y no se puede augurar a simple vista quien hace que. Unos tiran hacia
abajo y otros hacia arriba y la
confusión propia de estos momentos no permita saber que sería mejor, que los de
arriba la jalen o los de abajo hagan lo mismo.
En el lado
izquierdo de la foto se observa a dos testigos absortas que miran y no creen lo
que pasa y aún así siguen allí para saber en que termina el episodio.
Fotografiar es valerse del encuadre y la foto una vez encuadrada, excluye.
Sontag afirma
que “…Queremos que el fotógrafo sea un espía en la casa del amor y de la muerte
y que los retratados no sean consientes de la cámara, se encuentren con la
guardia baja”
Estructuras profundas del relato iconográfico de Li Yang
En la parte inferior izquierda de esta fotografía una mujer madura, vestida
con una blusa de color rojo intenso, como si se tratara de un infernal demonio,
fisgonea este intento fallido de suicidio. Igualmente el hombre de la parte
central inferior derecha ayuda a la novia desesperada y no se sabe si a subir o
a bajar.
De esta forma, la propia novia se asume a sí misma como indefensa, golpeada
por la vida que le ha entregado a cambio de cuatro años de compromiso una
negativa para el matrimonio. Sus ojos parecen estar cerrados como negándose al
rescate. No hay indicios de voluntad personal; que todo lo hagan los demás.
La paradójica relación entre el arriba y el abajo de la vestimenta nupcial
de la mujer la hace ver como un ángel que cae de un piso a otro. Un ángel
rescatado de las garras de la muerte apócrifa: un suicidio.
Uno de los indicadores de la locura es el deterioro de la percepción
visual, no en el sentido literal sino en el filosófico. Se pierde la cabeza
cuando no hay ni norte ni sur, cuando todo se confunde con el todo y la
continuidad de la vida se hace discontinua, extraña, nueva. El muro sobre el
que extrañamente “reposa” la novia hace alusión a ese momento límite: pequeños
mosaicos de cerámica intercalados asimétricamente dejan la sensación de
discontinuidad y desequilibrio. Si ese muro fuera un piso posiblemente causaría
ansiedad cruzar por él. Al parecer, la fotografía de Yang captura una mala
jugada en el ajedrez que es la vida misma.
Esta fotografía nos enfrenta a una lectura denotativa icónica. En esta
imagen, existe una asociación de elementos carentes de sistema, la imagen en si
misma representa el salvataje de una mujer suicida y más allá de ello están
implícitas las relaciones sígnicas, relaciones de significado emocional y
sentido existencial: el abandono, el miedo al compromiso por parte del novio y
básicamente la falta de autocontrol de la novia.
Realmente podemos ser los dueños de lo que callamos y esclavos de lo que
decimos y/o fotografiamos y de nosotros depende si estamos dispuestos a pagar
el precio de conseguir lo que queremos.
Y para concluir cito a Sontag
“Las fotografías que
representan el sufrimiento no deberían ser bellas, del mismo modo que los pies
de foto no deberían moralizar. Siguiendo este criterio una fotografía bella
desvía la atención de la sobriedad de su asunto y la dirige al medio mismo por
lo que pone en entredicho el carácter documental de la imagen. La fotografía
ofrece señales encontradas. ¡Paremos esto, nos insta. Pero también exclama ¡qué
espectáculo!
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