
La Real Academia de la lengua define a la creencia como "Firme asentimiento y conformidad con algo" y allí empieza un cuestionamiento importante: si algo es firme y conforme entonces es rígido e inflexible. Si algo es inflexible corre un alto riesgo de romperse.
Nuestras creencias están basadas en certezas y cuando se ven cuestionadas tratamos, a como de lugar, de defenderlas y justificarlas. Gracias a las creencias la humanidad ha hecho barbaries en nombre de una doctrina o dogma. Los bizantinos, los cruzados, los seguidores de Atila el Huno y para nuestra historia reciente los nazis, Jim Jones y el Templo del Pueblo o David Koresh y la davinianos. Las creencias han justificado masacres y también han apoyado causas nobles como la entrega de la independencia por parte de China al Tíbet.
Ahora, las creencias son estructuras cognitivas, procesos de aprendizaje social, cultural y en muchos casos genético. Aprendemos genéticamente, a través del ADN, a deprimirnos. Se ha comprobado ya que la depresión clínica tiene un alto índice de heredabilidad.
Aprendemos de nuestro contacto social, de la interacción y del encuentro. Estamos constantemente aprendiendo y a medida que nos damos la oportunidad de abrir nuestra mente, aprendemos también a cambiar nuestros puntos de vista, nuestras creencias.
Por lo tanto, la necesidad de certezas de alguna manera nos regresan a una búsqueda primigenia: la búsqueda del sentido para nuestras vidas.
En la terapia, soy constantemente testigo del anquilosamiento mental causado por creencias caducas y completamente desadaptativas. Una de las mas comunes es la de creer que lo mas importante es el tener o el hacer para SER. Y vaya que culturas enteras lo socapan a través de los medios al decirnos que tener da felicidad, que hacer da felicidad y se olvidan completamente del SER, de esa parte tan indispensable que requiere de mucha introspección y conocimiento.
Al ser, la consecuencia lógica es hacer y tener y nunca a la inversa, no hay que tener para ser ni hacer para ser.
Las cosas en la vida se dan por añadidura cuando SOMOS. Si se que soy capaz de hacer psicoterapia (SER) entonces tengo que estudiar una carrera (HACER) y tengo que proveerme de cosas para ejercitar y ejecutar mi profesión (TENER). Lo contrario sería una estupidez: hacerme de una carrera sin querer hacerla o adquirir cosas para ejecutar algo que no quiero. Y eso sucede y mucho. Cuantas veces me encuentro en mi cosultorio con personas que viven la vida de sus padres, de sus hijos o de sus nietos; cuantas veces veo que lo que domina el vivir es el tener para ser o el hacer para ser. Y nos olvidamos del ocio, del tiempo de reflexión porque consideramos que no estamos haciendo nada, que no estamos produciendo nada, teniendo.
Y la reflexión va hacia el conocimiento interno, hacia el auto-cuestionamiento, hacia la mejor forma de conocerse a si mismo: la autocomparación consigo mismo. Lo mas valioso es hacer una comparación consigo mismo. Esto quiere decir que es inutil compararse con otro ser humano. Lo útil es compararse consigo mismo: hace 5 años yo era así, ahora soy así, ¿que es lo que ha mejorado de y en mi?
Las creencias: grandes limitadoras o grandes potenciadoras. Y siempre la decisión está en nosotros, o sigo creyendo de forma inflexible en lo que creo o por fin cuestiono aquello que ya está petrificado y lo dejo con donaire y traqnuilidad para abrir espacio en el cerebro a nuevas creencias.